“La agricultura y la ganadería
como medio de vida en la
Comarca del Jiloca” era el tema que este año se elegía para
el II concurso de fotografía y relatos cortos. Presenté dos fotos y un relato, “Soñando girasoles”.
Sólo deciros antes de dejar
sumergir vuestra imaginación en este
cuento, que la agricultura representa
gran parte de la economía de la comarca,
representa nuestra sociedad rural, nuestro paisaje, nuestros ecosistemas
y somos nosotros los ciudadanos los que
debemos tener un compromiso por su cuidado y respeto y al igual que en el
cuento podamos algún día traspasar fronteras con nuestro ejemplo y buen hacer.
“Soñando girasoles”
Basilio era un niño que vivía en Lagueruela con sus padres. Cuando
apenas tenía 9 años, su madre cayó enferma y su padre debía cuidarla, así que Basilio tuvo que dejar el
colegio y seguir con el trabajo familiar: las ovejas y el campo.
Rodrigo, el padre de Basilio, un
hombre triste y solitario, era conocido en toda la comarca como el “zoquete”
pues no era demasiado habilidoso en el campo. Los primeros años fueron muy
duros para Basilio, ya conocido como “el hijo del zoquete”. No encontraba el porqué, pero sus campos no
daban la producción esperada, las plagas causaban daños irreparables y no había dinero para
plaguicidas y la maquinaria y la ayuda de los vecinos era inexistente. Apenas
conseguía lo justo para comer.
A Basilio le gustaba subir con
las ovejas a la Modorra
de Cucalón, era su momento de paz, donde disfrutaba de las preciosas vistas de
las tierras del Jiloca. En lo más alto, había un gran girasol, su abuela ya fallecida, le contó que tenía
más de 200 años y nadie se explicaba que
hacía ahí. Basilio había observado que el girasol tenía algo especial y
misterioso, estaba continuamente rodeado
de un ir y venir de pajarillos, grandes aves y mamíferos. Un buen día, como
otros muchos se acercó a curiosear alrededor del girasol, pero ese día, fue
diferente, inexplicablemente el girasol le preguntó que si necesitaba ayuda.
Basilio tardó en contestar, quedó asustado de lo que estaba viviendo y cuando
el girasol insistente le volvió a preguntar, Basilio respondió que sí, que su
familia pasaba por un momento sentimental y económicamente muy difícil. El
girasol después de una larga conversación le dijo que no se preocupara, él se encargaría de que “la sabia naturaleza
se pusiese manos a la obra” y
solucionase sus problemas.
Pasaron los meses y los poquitos
campos de la familia de Basilio comenzaban a tener un aspecto envidiable, los vecinos
curiosos le preguntaban que tratamientos estaba haciendo para que las patatas,
la cebada, el trigo y el centeno tuviesen ese aspecto tan saludable. Basilio,
siempre contestaba lo que el girasol le había dicho “yo sólo espero a que la
sabia naturaleza actúe”.
Un día, tras la insistencia de
Basilio, el girasol le contó el secreto. Había mandado una pareja de águilas a
inspeccionar los campos de Basilio, observaron que la tierra estaba demasiado
compacta, que había roedores en los campos de patatas y una plaga de
saltamontes en el cereal. Organizaron a cernícalos, aguiluchos y halcones para
que durante un tiempo cazasen ratones, los abejarucos y alcaudones se
encargarían de los saltamontes y una población de lombrices removería la tierra
para que se oxigenase, consiguiendo así un equilibrio natural en el ecosistema
y una calidad en la cosecha que jamás podrían conseguir los agricultores que
utilizaban plaguicidas.
Con la ayuda del girasol
centenario, Basilio se convirtió en un referente en la agricultura ecológica,
consiguió que toda la comarca del Jiloca fuese conocida por la calidad de sus
productos y la conservación del medio natural.
Desgraciadamente, la madre de
Basilio murió, pero murió feliz por su hijo, murió, soñando girasoles.
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Desde pequeños nos enseñan a que
lo importante es participar y son sabias estas palabras porque serán muchas las
veces que participemos y probablemente pocas las que ganemos. Aquí os dejo el
enlace de los ganadores de las fotos y de los relatos, enhorabuena a todos
ellos.
¡Por una agricultura sostenible
¡.
Que no tengan que venir a
decirnos, ¡el Jiloca también es bonito¡.
Carmen Alijarde
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